Recibir con clase y no morir en el intento parece ser algo poco menos que imposible. Sin embargo, con la dosis justa de organización podremos conseguir que cualquier reunión sea un verdadero éxito. Ser anfitrión es una gran responsabilidad.
Muchas veladas están condenadas a fracasar por simples errores de cálculo, comenzando por la lista de invitados. Es aconsejable que las personas invitadas sean afines: no hay que unir el agua y el aceite mezclando a los amigos de la facultad con primos, vecinos, etc. Según nuestra costumbre, una comida debería tener lugar entre las 21 y las 22 horas.
Otra cuestión básica es la vajilla: es fundamental ofrecer algo que se adapte a nuestras posibilidades antes de hacer papelones como servir helado en tazas o vasos.
Un punto central a la hora de elegir el menú es disponer o no de personal de servicio. En este último caso, todo deberá estar simplificado: serán menos los invitados, la comida más sencilla y el dueño de casa deberá estar atento anticipar todo lo que pueda.
Con atino y buen gusto, nuestra casa puede transformarse en un lugar cómodo y acogedor donde desarrollar nuestro evento. Comienza a preparar todo con varias horas de anticipación para que el primer invitado no llegue cuando todavía estamos ultimando detalles.
¿Qué ambientes acondicionar?Todos los de uso común: bibliotecas, escritorios, jardines de invierno, balcones, etc. En principio sacaremos todo lo que no queremos que se vea o que se toque, o tememos que se rompa.
Para el baño, el profesor recomienda jabón líquido, toallas de papel de buena calidad, algún desodorizante de envase discreto y un pequeño bouquet como decoración. El papel higiénico no puede estar a la vista, y la anfitriona o el personal de servicio deberán estar atentos a la reposición.
La iluminación debe ser plena, y puede utilizarse un dimmer o regulador para manejar levemente la intensidad, sobre todo en ambientes reducidos.
Una vez en la mesa Los anfitriones se sientan enfrentados en los extremos de la mesa: la cabecera principal es la que mira de frente a la puerta de ingreso al comedor. El lugar de honor no es la cabecera, sino a la derecha del anfitrión (las damas a la derecha del dueño de casa, los caballeros a la derecha de la dueña de casa).
En el caso de no contar con personal de servicio, el anfitrión deberá preparar todo con anticipación. Las sillas se disponen ligeramente en diagonal hacia la derecha, nunca perpendiculares al borde de la mesa: tomamos asiento por la derecha, y nos retiramos por la izquierda. Y nadie, jamás, tomará asiento antes de que lo indique el dueño de casa.
Primero se sentarán las damas, con ayuda de los caballeros, que acompañarán la silla cuando se ubiquen.
Con un gesto discreto, la dueña de casa y "gobernanta" de los tiempos de nuestra comida indicará cuándo podemos empezar a disfrutar del menú. Nadie lo hará antes, ni después de que ella termine de comer.
Los modales correctos y la buena predisposición harán el resto. Después de todo, estos usos y costumbres tratan de buscar la convivencia y de hacer que cualquier reunión sea un éxito.
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